Los esteroides anabólicos androgénicos (EAA) son compuestos sintéticos derivados de la testosterona, diseñados inicialmente para tratar hipogonadismo, pérdida de masa muscular por enfermedades crónicas o ciertos tipos de anemia. No obstante, su uso no médico —especialmente con fines estéticos y deportivos— se ha masificado en las últimas décadas, impulsado por su accesibilidad, la desinformación, la presión social y falsas promesas de resultados «mágicos» sin supuestas consecuencias.
Pero, ¿qué hacen exactamente los EAA? Entre otras cosas, actúan a nivel celular uniéndose a receptores androgénicos, lo que modifica la expresión genética para aumentar la síntesis de proteínas musculares. En otras palabras: manipulan el mensaje que nuestras células reciben para favorecer el crecimiento del músculo. Pero también impactan múltiples tejidos, desde el corazón hasta el cerebro.
Veamos algunos de los mitos más comunes y las realidades respaldadas por evidencia científica:
Mito 1: “Los efectos secundarios se pueden evitar con una adecuada supervisión y mucha informacion”
Realidad: El seguimiento, el asesoramiento y la informacion puede reducir algunos riesgos, pero no los elimina. Los EAA provocan alteraciones hormonales, cardiovasculares, hepáticas, reproductivas y psiquiátricas. Su uso prolongado puede llevar a hipertrofia ventricular izquierda, dislipidemias severas, toxicidad hepática, infertilidad y dependencia. Incluso con controles frecuentes, los efectos adversos son frecuentes y, en algunos casos, irreversibles.
Referencia: BMJ Open, 2022
Mito 2: “Los que se consumen via oral es mas segura y menos dañina que la inyectable”
Realidad: Ambas conllevan riesgos específicos. Los EAA orales suelen ser más hepatotóxicos, ya que deben resistir el metabolismo hepático inicial (efecto de primer paso), mientras que los inyectables pueden causar infecciones, abscesos y lesiones locales. Además, muchas formulaciones (orales e inyectables) no cumplen con controles de calidad al ser obtenidas en el mercado negro. De todos modos, ningun esta excento de efectos adversos.
Referencia: Frontiers in Endocrinology, 2022
Mito 3: “Usar EAA es igual a hacer terapia de reemplazo hormonal (TRH)”
Realidad: La TRH se aplica en personas con deficiencia hormonal diagnosticada, con el objetivo de restaurar niveles fisiológicos o normales. Antes de llevarla a cabo se analiza el riesgo/beneficio. Cuando el beneficio de dar TRH supera al riesgo se le explican dichos riesgos y beneficios para que la persona/paciente tome su decision informada sobre la opcion de dicho tratamiento. En cambio, el uso estético o deportivo implica dosis suprafisiológicas, por encima de lo normal (hasta 10 veces más que en TRH), lo que puede generar desequilibrios severos en el eje hipotálamo-hipófisis-gonadal y el resto del metabolismo.
Referencia: NEJM, 1996
Mito 4: “Los EAA solo afectan a los hombres”
Realidad: Las mujeres sufren efectos adversos tan o más significativos: virilización, alteraciones menstruales, caída del cabello, clitoromegalia, infertilidad y cambios en la voz que, en muchos casos, no revierten tras suspender el uso.
Referencia: BMC Public Health, 2022
Mito 5: “Los EAA te hacen más agresivo”
🔍 Realidad: El aumento de agresividad no es uniforme, pero existe. Se ha observado una mayor incidencia de irritabilidad, impulsividad y conductas de riesgo en ciertos usuarios. El fenómeno conocido como “roid rage” (rabia de esteroides) no es un mito, aunque su prevalencia varía según la dosis, el esteoide utilizado, la predisposición psicológica y el entorno.
Referencia: Frontiers in Endocrinology, 2022
Mito 6: “Los EAA generan músculos de forma automática”
Realidad: No son pociones mágicas. Potencian la síntesis proteica, sí, pero requieren entrenamiento de fuerza intenso, descanso y alimentación adecuada. No reemplazan el esfuerzo: solo lo amplifican.
Referencia: MDPI, 2021
Mito 7: “No generan dependencia”
Realidad: Aunque no generan una adicción física en el sentido tradicional, los EAA pueden inducir una «pseudodependencia» psicológica intensa. Muchos usuarios desarrollan un fuerte temor a perder la masa muscular ganada, lo que se potencia en quienes presentan rasgos de dismorfia corporal (conocida como “vigorexia”). Esta condición se caracteriza por una percepción distorsionada del cuerpo, donde la persona se siente “pequeña” o “insuficiente” incluso con una contextura muscular notable.
Además, el uso prolongado de EAA puede alterar el estado de ánimo y reducir la motivación intrínseca al entrenar sin ellos, lo que refuerza el círculo de dependencia. La interrupción abrupta también puede provocar síntomas como: fatiga, depresión, apatía, baja líbido y pérdida de autoestima.
Referencia: BMJ Open, 2022 | Frontiers in Endocrinology, 2022
Mito 8: “Las ganancias de logradas de musculo, se mantiene después de dejar los EAA”
Realidad: La hipertrofia inducida por EAA suele reducirse considerablemente al interrumpir su uso, especialmente si no se mantienen estímulos de entrenamiento y alimentación adecuada. Además, el eje hormonal, en algunos casos, puede tardar meses o incluso años en recuperarse, lo que dificulta el mantenimiento de la masa magra.
Referencia: NEJM, 1996
Mito 9: “Entiendo los riesgos si uso EAA pero… si hago ‘post ciclo’, no pasa nada”
Realidad: El objetivo de la terapia postciclo no es minimizar o contrarrestar los efectos adversos sino restaurar el eje hormonal. Los protocolos de “post ciclo” (PCT) intentan restaurar la producción endógena de testosterona, pero su eficacia es variable y no exenta de riesgos.
Mito 10: “Muchos culturistas usan EAA, así que no debe ser tan grave”
Realidad: El uso extendido en ciertos ámbitos no lo hace seguro. Ademas, no todos usan las mismas dosis, durante el mismo tiempo, ni hacen las mismas combinaciones. Muchos atletas profesionales enfrentan consecuencias de salud a largo plazo, incluso si no lo reconocen públicamente o peor aun, lo niegan diciendo que «gozan de un perfecto estado de salud». Normalizar el uso de sustancias sin comprender sus efectos es peligroso, especialmente para jóvenes.
Referencia: BMC Public Health, 2022
Reflexión final
El uso de esteroides anabólicos androgénicos no es un simple “atajo” estético, ni un capricho pasajero. Es una intervención farmacológica potente, que afecta mucho más que el músculo: compromete el corazón, el hígado, el eje hormonal, la salud mental y la percepción del propio cuerpo.
Muchos culturistas profesionales son plenamente conscientes de estos riesgos: los asumen, los estudian y comprenden que, en su disciplina, los EAA son un medio para un fin competitivo. Sin embargo, saben que eso no los exime de las consecuencias. Por otro lado, existe un universo paralelo donde estas sustancias se romantizan y se comercializan sin escrúpulos, transformando los esteroides en un negocio sin límites… ni ética.
Hoy, preocupa especialmente la creciente cantidad de niños y adolescentes que comienzan a usarlos, impulsados por referentes en redes sociales, presiones sociales o ideales inalcanzables. En estas etapas de la vida, el cuerpo ya cuenta con un potencial hormonal extraordinario. El uso de EAA en este contexto no solo es innecesario: es especialmente riesgoso. El eje hipotálamo-hipófisis-gonadal aún está en maduración, por lo que el impacto puede ser más profundo, más impredecible y, en muchos casos, irreversible.
Como médico especialista en Medicina del Deporte, mi intención no es demonizar ni juzgar, sino informar con evidencia y empatía. La verdadera fuerza no está solo en el físico visible, sino en las decisiones que tomamos por nuestra salud cuando nadie nos ve ni aplaude.
Elegir el camino del esfuerzo, la constancia y el cuidado genuino del cuerpo no solo es más seguro: también es más sostenible, más valioso y, sobre todo, más honesto con uno mismo.
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