Entrenamiento de fuerza en niños y adolescentes:

Introducción

Hablar de niños y entrenamiento de fuerza puede generar, en muchos padres y educadores, un torrente de dudas e imágenes mentales poco acertadas. ¿Es seguro? ¿No afectará su crecimiento? ¿Es realmente necesario?

Afortunadamente, la ciencia ha avanzado enormemente en este campo, y hoy contamos con evidencia sólida y el consenso de las principales organizaciones pediátricas y deportivas del mundo, como la Academia Americana de Pediatría (AAP) y la National Strength and Conditioning Association (NSCA).

Este artículo se basa en esa evidencia de primer nivel para desmitificar el entrenamiento de fuerza infantil, explorar sus profundos beneficios para la salud y el rendimiento, y ofrecer una guía clara sobre cómo implementarlo de forma segura y efectiva. Te invito descubrir por qué la fuerza, bien entendida y aplicada, es un pilar fundamental para el desarrollo saludable de nuestros jóvenes.

Desmontando mitos comunes: lo que dice la ciencia en la actualidad.

Antes de sumergirnos en los beneficios, es crucial derribar las barreras del miedo y la desinformación con datos científicos:

  • Mito 1: El entrenamiento de fuerza frena o perjudica el crecimiento. Esta es quizás la creencia errónea más extendida y categóricamente desmentida por la comunidad científica y médica. Organizaciones de referencia como la Academia Americana de Pediatría (AAP, 2020) y la National Strength and Conditioning Association (NSCA, 2009) afirman en sus declaraciones de posición que no existe evidencia que sugiera que los programas de entrenamiento de fuerza bien diseñados y supervisados tengan efectos adversos sobre el crecimiento lineal o las placas de crecimiento (epifisarias) en jóvenes. De hecho,  la carga mecánica adecuada es beneficiosa para la densidad mineral ósea durante los años de desarrollo, sentando las bases para una salud ósea óptima a largo plazo (Faigenbaum et al., 2009; Goolsbee & Bonilla, 2015).

No existe evidencia que sugiera que los programas de entrenamiento de fuerza bien diseñados y supervisados tengan efectos adversos sobre el crecimiento lineal o las placas de crecimiento

  • Mito 2: Es una actividad peligrosa con alto riesgo de lesiones. Otra preocupación común es el riesgo de lesiones. Sin embargo, la evidencia acumulada indica que el entrenamiento de fuerza juvenil tiene un perfil de seguridad favorable, con tasas de lesión relativamente bajas en comparación con muchos otros deportes y actividades recreativas, siempre y cuando se sigan pautas adecuadas (AAP, 2020; Faigenbaum et al., 2009). La NSCA (2009) es enfática en que la clave reside en la supervisión cualificada por parte de profesionales que comprendan la biomecánica infantil y juvenil, junto con un énfasis primordial en la técnica correcta por sobre la cantidad de peso levantado. La mayoría de las lesiones reportadas en jóvenes no se deben al entrenamiento de fuerza per se, sino a factores como el uso inadecuado del equipo, cargas excesivas para la capacidad del individuo, técnica deficiente o falta de supervisión competente. Solo para que cobremos una dimension de lo que estamos hablando, segun un estudio que analizo la tasa de lesiones en niños y adolescentes en diferentes disciplinas encontro que el entrenamiento de la fuerza generaba 0.7% de lesiones; mientras que deportes de contacto como el futbol americano y el baloncesto generaban 19% y 15% respectivamente.

Beneficios comprobados: más allá de la fuerza 

Un programa de entrenamiento de fuerza bien estructurado ofrece ventajas multifacéticas que impactan positivamente en casi todos los aspectos de la salud y el bienestar infantil:

  1. Salud musculoesquelética:

    • Incremento de fuerza y potencia: mejora la capacidad para realizar tareas diarias y deportivas con mayor facilidad y eficiencia (AAP, 2020).
    • Optimización de la salud ósea: las cargas controladas durante la infancia y adolescencia son cruciales para maximizar la acumulación de densidad mineral ósea, lo que representa una inversión fundamental en la prevención de la osteoporosis futura (Goolsbee & Bonilla, 2015).
    • Fortalecimiento de tejidos conectivos: tendones y ligamentos se vuelven más resilientes.
    • Mejora de la estabilidad y postura corporal.
  2. Mejoras metabólicas y cardiovasculares:

    • Composición corporal saludable: ayuda a aumentar la masa muscular y a controlar el tejido adiposo, siendo una herramienta valiosa en la prevención y manejo del sobrepeso y la obesidad infantil (AAP, 2020; Faigenbaum & Myer, 2006).
    • Perfil lipídico y sensibilidad a la insulina: puede contribuir a mejorar los niveles de lípidos en sangre y la forma en que el cuerpo utiliza la glucosa.
  3. Rendimiento deportivo y prevención de lesiones:

    • Potenciación de habilidades motoras: Mejora la capacidad de salto, velocidad de carrera, agilidad y potencia general, transfiriéndose positivamente a la mayoría de las disciplinas deportivas (Faigenbaum et al., 2009; NSCA, 2009).
    • Reducción del riesgo de lesiones: Un cuerpo neuromuscularmente más fuerte y coordinado actúa como un escudo protector. Programas que incluyen entrenamiento de fuerza pueden reducir significativamente la incidencia de lesiones deportivas (AAP, 2020; Faigenbaum & Myer, 2006).
  4. Bienestar psicológico y social:

    • Aumento de la autoestima y la confianza: superar desafíos físicos y notar mejoras en la propia capacidad tiene un impacto directo en la autoimagen (AAP, 2020).
    • Fomento de hábitos saludables: promueve una relación positiva con el ejercicio que puede perdurar toda la vida.
    • Disciplina y concentración: el aprendizaje técnico requiere foco y constancia.

La seguridad como prioridad: las reglas de oro

La efectividad y seguridad del entrenamiento de fuerza infantil dependen directamente de la adherencia a principios fundamentales, enfatizados por expertos y organizaciones como la AAP y la NSCA:

  1. Supervisión profesional calificada SIEMPRE: es el factor más crítico. El instructor debe tener formación específica en entrenamiento juvenil y priorizar la seguridad (NSCA, 2009; AAP, 2020).
  2. La técnica es la prioridad: antes de pensar en aumentar el peso, la calidad del movimiento debe ser perfecta. Incluso en los niños menos de 11 años se promueve que entrenen la fuerza a traves del juego y la exploracion usando el propio peso corporal.
  3. Progresión lógica y gradual: comenzar con ejercicios básicos y volumen bajo (ej. 1-2 series de 8-15 repeticiones con buena forma), y aumentar gradualmente la complejidad, el volumen y la intensidad a medida que el niño madura y domina la técnica (NSCA, 2009).
  4. Programa individualizado: adaptar los ejercicios y la progresión a la edad cronológica y biológica, nivel de experiencia, capacidades y objetivos de cada niño.
  5. Entorno seguro y equipamiento adecuado: asegurar que el espacio de entrenamiento esté libre de peligros y que el equipamiento sea del tamaño y condición apropiados para niños.
  6. Comunicación y diversión: fomentar un ambiente positivo, escuchar las sensaciones del niño y asegurarse de que la actividad sea percibida como algo disfrutable.

¿Cómo y cuándo empezar? pautas prácticas

  • Edad de inicio: si bien la actividad física y el juego variada es esencial desde la primera infancia, los programas más estructurados de entrenamiento de fuerza suelen ser apropiados a partir de los 7 u 8 años, o cuando el niño demuestre la madurez suficiente para seguir instrucciones y mantener la concentración necesaria (AAP, 2020; NSCA, 2009). Los niños menores de esta edad entrenan su fuerza con estimulos naturales como el juego y la exploracion. Hay muchos programas de entrenamiento para todas las edades.
  • Frecuencia: 2 a 3 sesiones por semana en días no consecutivos es generalmente recomendado para permitir una adecuada recuperación (NSCA, 2009).
  • Tipos de ejercicios: iniciar con el propio peso corporal, bandas elásticas, y balones medicinales livianos. Progresar hacia pesos libres (mancuernas, barras livianas) y máquinas sólo cuando la técnica sea excelente y bajo estricta supervisión. Dar prioridad a ejercicios multiarticulares que involucren grandes grupos musculares.

Conclusión: invertir en fuerza es invertir en salud futura

El entrenamiento de fuerza para niños y adolescentes, lejos de ser un tabú, emerge desde la evidencia científica como una intervención poderosa y segura para optimizar su desarrollo físico, protegerlos de lesiones y fomentar hábitos de vida saludables. Los beneficios abarcan desde huesos más fuertes y un metabolismo más eficiente hasta un mejor rendimiento deportivo y una mayor confianza en sí mismos.

El mensaje clave es claro: es seguro, es efectivo y es beneficioso cuando se hace correctamente. La piedra angular es la supervisión por parte de profesionales cualificados que entiendan las necesidades únicas de esta población.


Referencias Científicas Principales:

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Médico recibido de la Univeridad Maimonides Especialista en Recomposición Corporal Postgrado en Deporte Especialista en Nutrición Deportiva Antropomestrista ISAK II Especialista en Ginecologia y Obstetricia CEO de gymextremo.com.ar Conferencista y Profesor Universitario

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